miércoles, 12 de febrero de 2014
La meritocracia o la valía de un jefe ¡por sus resultados y no, su cargo!
Ahora que están de moda las palabras de tipo “liderazgo” o “desarrollo personal” deberíamos tener en cuenta también las que se refieren al cumplimiento de los objetivos de la compañía, al correcto manejo de las finanzas llevando bien las cuentas y al acierto máximo de todas las decisiones para que la empresa consiga unos grandes resultados. Un logro gracias entre otros a los profesionales que, con su capacidad y espíritu competitivo consiguen estos méritos, la palabra consecuente: meritocracia.
Cada día vemos y conocemos gente preparadísima con extensísimos currículos y aptitudes de inteligencia lógica, emocional e incluso social infravaloradas por trabajar en posiciones que requerirían menos preparación. Del mismo modo, hemos presenciado en distintas compañías como algunos puestos de gran responsabilidad con sueldos nada despreciables eran ocupados por gente incompetente que no alcanzaba a rendir, sin existir efectivamente, ese beneficio directo que cabría esperar de las horas producidas en su puesto. La pregunta que nos viene a la cabeza es ¡¿cómo ha conseguido esta persona entonces llegar hasta ahí?!
La meritocracia, como forma de “gobierno” donde las “posiciones” se instauran por el talento de tener capacidades propias, una excelencia y el logro de una competitividad basada en el mérito es a veces “un practica” que brilla por su ausencia. Existe todavía en España una cierta cultura peligrosa del amiguismo que conduce a la incompetencia para conseguir unos verdaderos resultados empresariales. Es comprensible que en un momento donde existe un claro desequilibrio entre la oferta y la demanda de empleo, muchos puestos de confianza sean publicitados de forma personal entre conocidos y es cierto también, que las referencias directas entre amigos, ex colegas universitarios etc. puedan ser un buen método de filtraje inicial. Aun así, no se deberían dejar de ejecutar los procedimientos clásicos de selección de personal para averiguar si esa persona es la más válida para el nuevo puesto propuesto.
La meritocracia cuyo proceder debería estar fundamentado en la igualdad y en esa ideología ideal de que “quien es bueno llegará donde quiera” y que los mejores ocuparan el puesto merecido beneficiando en consecuencia a todos, parece a menudo una ilusión ante el nivel de oportunidades que cada individuo presenta y que muchas veces, no tienen relación con sus capacidades sino más bien, con el tener buenos contactos en “la élite” o formar parte de ella o de ciertos poderes: económico, social, mediático, político… mostrándose las latentes desigualdades sociales.
Siempre en las compañías, nos queda ante estas situaciones hacer una evaluación recíproca donde no solo el jefe sea el que valore a sus asalariados sino también, que los trabajadores lo puedan hacer con su jefe. Es así como se verá si tenemos a un buen jefe o no. Un gerente: motivador, que desarrolla tu potencial , que aplica la justicia de forma equitativa, comprensible, resolutivo, poseedor de un buen control emocional, abierto de mente y cumplidor de los objetivos establecidos para llegar a la excelencia empresarial aplicando en definitiva, las buenas prácticas de las famosas palabras de liderazgo y desarrollo personal.
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