sábado, 1 de febrero de 2014

Fragilidad emocional, el peor momento para el amor

Dice el dicho: Caras vemos corazones no sabemos, y eso es algo que se nos olvida cuando queremos ser queridos, y aún más cuando enfrentamos la pérdida de un amor y nos involucramos con la primera persona que nos coquetea. La fragilidad emocional es una de las principales barreras a superar cuando se enfrenta la pérdida de algún ser amado. Cuando una relación de pareja acaba, ya sea por separación o por muerte se lleva a cabo un proceso en el cual debe de reestructurarse la vida de la persona, ya que habrá de dejar atrás desde las rutinas y costumbres que se había establecido en la relación, así como el sentimiento de alejamiento. Esta etapa puede llegar a ser compleja porque es una oportunidad inigualable, para ciertas personas, de acercarse y lograr desde una relación de dependencia emocional, hasta conseguir un mero momento de aprovechamiento. La seguridad emocional es la que permite a la persona tomar decisiones más acertadas, ya que las necesidades afectivas son satisfechas de manera óptima. Cuando hay una pérdida en la pareja, ya sea por separación o por fallecimiento, la necesidad de cubrir esta parte amorosa salta a la superficie. Sentimos necesidad de ser amados y somos más vulnerables al abuso o la manipulación. En ese camino pueden “aparecer” diferentes tipos de personas, desde las que de manera alevosa y hasta mal intencionada buscan individuos con fragilidad emocional para aprovechar la oportunidad y obtener desde sexo fácil hasta comodidad financiera; o bien, aquellas que se sienten atraídas por sujetos con este tipo de conflictos emocionales para subsanar, de manera inconsciente, una mala estructuración de su autoestima y hacer sentir al otro que son su “tabla de salvación”. Por lo regular, resaltan los expertos, quienes se vinculan de cualquiera de estas dos maneras con personas que pasan por un duelo suelen tener necesidades afectivas mal resueltas; por un lado son incapaces de vincularse de manera igualitaria con el otro y, además, tienen serias dificultades para enamorarse verdaderamente, corriendo los riesgos que esto implica. Durante un proceso de duelo, lo fundamental es restablecer la confianza en uno mismo, y en las propias capacidades emotivas y sociales que permitan a la persona comprender que no todas las áreas de la vida deben entrar en crisis por esta pérdida, y que el deseo del amor es lo que se busca como paliativo para evitar el dolor. Sin embargo, si no se comprende que este deseo funcione como un espejismo, y se cree que es en realidad lo que se necesita para encontrar la felicidad, seguramente la persona se involucrará en relaciones poco maduras, menos igualitarias y desventajosas. Algunas personas durante este proceso llegan a experimentar ganas de tener sexo por desquite, por miedo a quedarse solos, por reafirmar su atractivo físico; o a volverse incondicionales emocionales de quien pueda darle un poco de seguridad. Igual pasa con los sentimientos y es por ello, que ex parejas, galanes o quienes tenía intereses “ocultos” en la persona llegan a expresar sus intenciones de manera más abierta en estos momentos. Sabiéndose segura, una persona en duelo puede identificar más fácil a las personas que se le acercan con intenciones de aprovechar la oportunidad y cuidarse de entablar relaciones más dolorosas o infructuosas, pues no siempre un clavo saca a otro clavo.

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