sábado, 22 de noviembre de 2014
CAMBIAR DE TRABAJO¡¡¡¡¡
Un futuro por delante y un pasado lleno de experiencias
Cuando cambiar de trabajo debe ser sólo eso: cambiar de trabajo...cómo después de acordado da dolor, cómo a nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor. Y, pues vemos lo presente como en un punto s'es ido y acabado, y juzgamos sabiamente, daremos lo no venido por pasado... Este fragmento de las coplas a la muerte del Maestre Santiago Don Rodrigo Manrique, su padre, nos muestra Jorge Manrique un modo de abordar incluso un cambio en el trabajo, o el cambio de trabajo.
Hasta el siglo pasado, el siglo XX, las profesiones eran para toda la vida. Una profesión era equivalente a un trabajo. Un abogado se formaba en la facultad de derecho con la convicción de que acabaría jubilado a los 65 años como abogado... o juez. Y si esto ocurría con una de las profesiones polifacéticas, no digamos del médico o del funcionario, del profesor o del cura, del sacristán o del cabo, como en la canción "Pueblo Blanco" de Joan Manuel Serrat:
"El sacristán ha visto hacerse viejo al cura, el cura ha visto al cabo y el cabo al sacristán, y mi pueblo después vio morir a los tres..."
En su libro "El Camino del ser", Carl Rogers vaticinaba un futuro próximo en el que las profesiones, los trabajos para toda la vida tendrían una duración media de en torno a los 15 años. Lo que supone que si estamos ya en ese futuro lo habitual sería cambiar de trabajo unas tres veces en nuestra vida laboral. Y digo cambiar en su más amplio sentido.
Pues bien, muchas veces nos encontramos en la encrucijada de cambiar de trabajo, de profesión, que no es lo mismo. Y a veces por obvio lo confundimos. Cuando lo que queramos sea cambiar de trabajo, adelante hagámoslo, pero no nos obliguemos por ello a renegar de nuestro pasado, aún presente. Otra confusión en esta tesitura nos viene al tratar injustamente a nuestra organización en la que hemos estado, convivido, aprendido y desarrollado. Algo parecido a escupir hacia arriba. Al final nos caerá encima.
Dicho tratamiento injusto no es más, a mi modo de ver, que una forma inmadura de afrontar una decisión, o de encubrirla y atrasarla. En cualquier caso, el control de la situación, la decisión del cambio debe residir en nosotros y en nuestra capacidad para abordar nuestro futuro profesional, nunca debemos demonizar por ello a la organización que queremos dejar, aunque sólo sea para no dañar nuestra propia imagen, que es lo que finalmente conseguiríamos.
Así pues, tomada la decisión, debemos marcarnos un calendario, un proceso y un objetivo a conseguir. La decisión es nuestra, el futuro también, no cambiemos el pasado porque lo único que lograríamos si pudiésemos es borrar nuestra experiencia tornándola en olvido, justo cuando más la necesitamos para completar nuestro cambio.
LA HUMILDAD ANTE TODO¡¡¡¡
La humildad hace que podamos quitarnos los prejuicios, aceptar nuestros errores, corregirlos y en fin, acelera nuestra capacidad de aprender. Pero como saber que tan humildes somos?...
TIPS PARA DETERMINAR NUESTRO GRADO DE HUMILDAD:
1. El humilde acepta que se equivoca. Pero que dificil es decir: perdón me equivoque, es mi culpa. El orgullo por otro lado, impide que crezcamos como persona, ya que alienta el "status quo", o la resistencia a cambiar e impide que absorbamos nuevas ideas.
En las empresas, la modificación de ideas o del rumbo de las metas es importante, ya que según los administradores hay que "actualizarse o morir". De que serviría un médico, ingeniero, abogado, contador, etc, que ya no esté al día de la información técnica relevante?...
2. La humildad atrae a la gente. Según se sabe, Jesucristo fue tan sencillo en sus tratos, que hasta los niños deseaban acercarse a él y conversar.
Así que si notas que por lo general cuando llegas a un grupo, todos tocan trompeta de retirada, tal vez es una señal de que necesitas mejorar en tu grado de humildad.
3. El humilde es de mente abierta. Acepta que hay personas con mejores ideas y que no se puede saberlo todo.
4. Evite el perfeccionismo. Aunque es cierto que "los detalles hacen la perfección", no vale la pena vivir estresado por el temor al que dirán. Si ha intentado aprender un idioma, sabrá que uno empieza a aprenderlo casi balbucendo casi como un niño nuestras primeras palabras y se equivoca a menudo.
Así que a veces, a fin de dominar cierto oficio o habilidad deberá pasar por el proceso de ensayo y error muchas veces. Si se es perfeccionista, el miedo al ridiculo hará que desistamos de intentarlo.
5. No trate de hacer todo usted mismo. Confie en los demás le guste o no. Delegue tareas menores, aunque se asegure de que estan bien hechas, revisandolas despues.
Que hace cuando tiene un niño enfermo?... Trata de darle medicinas por su cuenta?... Lo más sensato es acudir con un profesional médico respetable. Si en casos graves como ese tiende a confiar en los demás porque no le queda otra opción, procure hacer parte de su vida el delegar responsabilidades.
Evite la idea de que "si no hago las cosas yo mismo, no salen bien". Tal vez eso sea cierto. Pero recuerde que los más grandes proyectos del ser humano, se han logrado en equipo. Tal vez si aprende a delegar, se sentirá menos tenso y más feliz.
6. No presuma. Mejor deje que los demás elogien sus buenas cualidades. Y cuando eso ocurra, trate de no sentirse "la última coca cola del desierto".
Procure que la gente lo estime por lo que usted es como persona, no por lo que posee, lo inteligente que es, el carro que maneja, lo bien que toca el piano, en fin cualquier destreza o capacidad adicional.
LA BUSQUEDA IMPLACABLE DE CULPABLES.....el país a la vanguardia
Fernando Gastón Guirao
Una práctica muy típica en todo tipo de organizaciones es la búsqueda de culpables, parece el segundo deporte nacional después del fútbol.
Cuando los problemas nos acosan necesitamos propiciar una víctima en la que volcar todas las iras.
Producción piensa que todos los males de este mundo provienen de comercial, comercial que de producción, todos están de acuerdo de que la culpa de casi todo lo demás es del departamento de sistemas...
Cuando se busca la solución de un problema organizativo se tiende a buscar una única causa última, bajo la siguiente consideración: A cada problema le corresponde una acción concreta que lo soluciona. Aquello de muerto el perro muerta la rabia pretende seguir siendo de aplicación en las organizaciones modernas, tan solo hay que encontrar al perro y matarlo, pero eso no funciona.
En los grandes sistemas complejos, en los que se convierten las grandes organizaciones con el tiempo, cada problema de difícil solución no tiene causa única y por lo tanto tampoco tiene culpable único. Veámoslo con un ejemplo.
empty glass sphere on the black backgroundA casi todo el mundo le gustaría encontrar a un único responsable de la crisis, parece que nos dejaría más tranquilos poder señalarle con el dedo, pero la realidad es que las causas del hundimiento de la economía son variadas y múltiples.
Encontrar al responsable de la crisis es como intentar encontrar el origen de una esfera, o el primer nodo de una malla tridimensional, cualquier punto puede serlo y ninguno lo es:
La banca sin escrúpulos por conseguir más clientes y beneficios.
Los políticos sin coraje que no toman las decisiones con mano firme por puro electoralismo.
Los empresarios que han jugado a especular con el suelo y la construcción.
Un sistema educativo que genera individuos capaces de creerse cualquier cosa que le digan bancos, políticos,…
Cada uno de los ciudadanos por pensar que para vivir basta con ver tele5.
Despierten señores, ¡NO HAY CULPABLES! Es más, identificar a toooooodos los supuestos culpables y lapidarlos no arreglará ningún problema. Bueno, determinados culpables si que hay que encontrarlos, los de estafas, robos, asesinatos,…
malla 3d¿Y si no hay culpables, no hay soluciones? ¡Nooooo! Hay soluciones, pero frecuentemente no tienen que ver con cambiar personas sino con cambiar el sistema. Y cambiar un sistema en que todo está interconectado implica no cambiar una única cosa(el culpable). Es difícil cambiar las formas de trabajar del departamento de mantenimiento sin cambiar las de producción o mejorar la calidad sin implicar a todo el mundo.
Cuando en mi empresa presentamos el análisis de una determinada situación al Director General correspondiente, frecuentemente le sorprendemos con detalles de lo que pasa en su organización que le hacen hervir la sangre.
A continuación le planteamos un plan de actuación que la facilite conseguir unos resultados, pero frecuentemente dudan que sea viable tirar adelante sin despedir a parte de su equipo, la que consideran culpable. Nuestra respuesta es siempre la misma, lo más probable es que con este equipo se puedan conseguir los resultados que se plantea.
Lo que si está claro es que siempre hay un responsable último de todo Sr. Director General: usted. Y como diría mi amigo Gabriel Ginebra, ¿Está dispuesto a dimitir?
Lo que las personas somos capaces de hacer es una mezcla de nuestras capacidades y del entorno en el que las hacemos efectivas. Cambiando el entorno puedes conseguir mucho más de las mismas personas. Yo frecuentemente me he llevada gratas sorpresas al respecto, como explicaba en el post titulado “¿A ti te falta mala leche?“
Una de las principales funciones de los mandos de la organización es la resolución de problemas. En las compañías excelentes las personas son conscientes de la complejidad organizativa y se desarrollan hábitos y sistemas de trabajo que llevan
Por ello, la próxima vez que tengas la tentación de despedir a un incompetente plantéate la siguiente pregunta. ¿Qué puedo cambiar para que los puntos débiles de esta persona de mi equipo no salgan a la luz con tanta facilidad y facilitar así su trabajo?
Si es alguien que trabaja mal en entornos caóticos quizás habría que definir y formalizar un poco más los procesos de trabajo.
Si es una persona que le cuesta asumir las órdenes de un superior y se bloquea, quizás habría que adoptar con él un estilo de dirección más participativo.
Si es alguien que muestra poca iniciativa quizás es que no tiene claros los objetivos.
…
Acostumbra a haber alternativas que nos sitúan en el foco de la solución de los problemas, búscalas siempre, acostumbran a ser más fáciles de poner en marcha, con el permiso del EGO, claro.
Sector público y sector privado: los dos caminos –acaso no tan contrapuestos– que un líder puede elegir...
Por Leonie Roca
* Gerente general de Aeropuertos del Perú
Me ha tocado trabajar en el sector público durante más de 10 años, en cargos tan diversos como el directorio de un hospital público, la presidencia de un comité de liquidación de un organismo público, la asesoría de varios presidentes del Consejo de Ministros y una regiduría en el Concejo Municipal de Lima. Y tengo ya ocho años ininterrumpidos de gestión privada, desempeñándome como gerente de empresas vinculadas al sector infraestructura.
Tener la oportunidad de vivir ambas experiencias es, desde todo punto de vista, enriquecedor, puesto que los matices que ofrece cada uno de estos mundos sí son distintos y ofrecen perspectivas que forman distintas habilidades vinculadas con el liderazgo. Y a pesar de que la percepción generalizada indica lo contrario, las similitudes son mucho mayores que las diferencias.
Para conocimiento público
La experiencia pública en el Perú es fascinante. Se trabaja con gente de todo tipo: personal de la carrera pública muchas veces desmotivado, con restricciones presupuestales, logísticas, de tiempo, de recursos humanos; incluso, de insumos básicos. Sin duda, deja muchas lecciones: enseña a trabajar bajo presión –mucha presión–, a ser más tolerante, a “vender” tus propuestas para que sean aprobadas y a manejar la frustración permanente que se siente al ver las cosas dejadas a la mitad por razones políticas que los técnicos normalmente no entendemos.
El trabajo público es agotador, y muchas veces se siente que vas como el cangrejo, caminando hacia atrás. Pero la sensación de hacer cosas macro, que tienen efectos en la sociedad, que tienen potencial de generar grandes cambios, no tiene parangón.
Por otro lado, cuando se tiene una posición de liderazgo en el sector público es fundamental predicar con el ejemplo: ser el más austero, el más ordenado, el más trabajador, el más abierto a escuchar propuestas, el más servicial. Se trabaja muchas horas, se aprende a escribir discursos, a presentar una propuesta ante auditorios tan distintos como los medios de comunicación, un grupo de congresistas o un comité de empresarios, a armar equipos de trabajo, a entender dónde están las trabas que impiden que los procesos sean eficientes y ayudar a removerlas, entre otras muchas cosas. Es una lección sobre cómo lidiar con lenguajes e idiosincrasias distintas, que se dan como consecuencia natural de la diversidad de regímenes laborales y salariales que conviven en el sector público peruano.
Sin embargo, quizá lo más relevante del trabajo en el sector público cuando se ocupan puestos de liderazgo es que enseña a pensar en 360 grados. Cada tema que se trabaja requiere ser analizado en cada una de sus aristas: desde cómo será recibida la medida por la población, la prensa, la clase política y los empresarios hasta evaluar la capacidad institucional de ejecutarla y hacerla viable. Ello, por supuesto, sin pasar por el alto el análisis de otras alternativas posibles que pudieron ser adoptadas como políticas públicas. Saber qué puede esperarse de cada decisión que se adopta para luego poder medirla y evaluarla es fundamental; y ésta es, quizá, la principal carencia de las políticas públicas en el Perú.
Dicho en privado
El sector privado es también fascinante. Quizá de una manera distinta, pero no menos interesante.
Cuando has trabajado en el sector público piensas que nunca será posible encontrar en una empresa la adrenalina y la sensación de “hacer cosas grandes” que tienes cuando estás en la planilla pública. Existe la idea equivocada de que la gran empresa es el Estado y de que todo lo demás será siempre un cúmulo de intereses privados que no tienen la misma hidalguía y grandeza. Ésa es una creencia absolutamente equivocada, que nace de ideas estatistas que aún pululan en nuestras cabezas y que no le dan a la empresa privada el rol primordial que realmente tiene en el bienestar de la población.
La empresa privada no sólo tiene la virtud de operar con incentivos bien puestos, con recursos bien asignados, con políticas corporativas que son aplicables y se cumplen a rajatabla; también hace cosas, produce bienes o presta servicios todos los días. Y lo hace con eficiencia porque, de otro modo, los consumidores, que siempre son más tiranos que los contribuyentes –aunque sean las mismas personas, con los mismos nombres y apellidos–, te castigan y la empresa, más temprano que tarde, termina desapareciendo.
Liderar una empresa privada es un reto, en algunos aspectos, mayor aún que liderar en el sector público. Hay que rendir cuentas de manera permanente mediante indicadores cuantificables ante un directorio, ante stakeholders cada vez más exigentes y, por cierto, cada vez más ante la opinión pública, y si la empresa está en un sector sensible como el de servicios públicos, también ante la clase política. Las empresas, a diferencia de los estados, sí quiebran si no innovan, si no mejoran, si no tienen personal entrenado y si no satisfacen necesidades de los consumidores. Esta “pequeña-gran” diferencia hace que el líder privado también tenga que enfrentar su trabajo mirando cada una de las perspectivas que el negocio demanda: consumidores, proveedores, financiamiento, recursos humanos (tema crítico teniendo en cuenta la mayor movilidad de este recurso), stakeholders y procesos.
Balance comparativo
Sea cual fuere la industria en la que se ejerza liderazgo, las habilidades que se requieren para hacerlo con éxito son muy similares a las que demanda el sector público. Un buen líder público suele trasladarse con éxito al sector privado y, aunque son menos los casos, existe evidencia de empresarios exitosos que han tenido gestiones públicas muy eficientes.
Para un líder en el sector privado el haber pasado por los pasillos públicos es un entrenamiento importante, como lo es para alguien que trabaja en el sector público entender los ritmos y necesidades de una empresa privada. Por ello, creo que para cualquier joven es interesante pensar en probar ambas experiencias y tomar de cada una de ellas las lecciones que ofrecen.
LA INTELIGENCIA EMOCIONAL....Goleman
¿Por qué algunas personas parecen dotadas de un don especial que les permite vivir bien, aunque no sean las que más se destacan por su inteligencia? ¿Por qué no siempre el alumno más inteligente termina siendo el más exitoso? ¿Por qué unos son más capaces que otros para enfrentar contratiempos, superar obstáculos y ver las dificultades bajo una óptica distinta?
El libro demuestra cómo la inteligencia emocional puede ser fomentada y fortalecida en todos nosotros, y cómo la falta de la misma puede influir en el intelecto o arruinar una carrera.
La inteligencia emocional nos permite tomar conciencia de nuestras emociones, comprender los sentimientos de los demás, tolerar las presiones y frustraciones que soportamos en el trabajo, acentuar nuestra capacidad de trabajar en equipo y adoptar una actitud empática y social, que nos brindará mayores posibilidades de desarrollo personal.
En un lenguaje claro y accesible, Goleman presenta una teoría revolucionaria que ha hecho tambalear los conceptos clásicos de la psicología, que daban prioridad al intelecto.
jueves, 13 de noviembre de 2014
Consejos de Un Padre fracasado
Tienes razón soy un viejo
Quizá comienzo a estorbar
Yo también tuve tus años
Y los muchos desengaños
Son los que hoy me hacen hablar
Mírame yo soy tu espejo
Un día llegarás a viejo
Y tarde vas a entender
Que tu vida fue una historia
Y que pudiste escribirla
Para ganar o perder
Y si piensas que yo he fracasado
No cometas los mismos errores
Préparate, estudia mucho
Y busca rumbos mejores
Hablado:
(porque ahora vas a jugar el albur de tu vida
Pero arrojándote tú mismo como apuesta
Préparate hijo, cuenta conmigo
Tú eres joven, puedes hacerlo y nada te cuesta
Sólo evita caer en los vicios
Porque el vicioso no llega a parte alguna
Mira cuántos jóvenes se pierden
Y con su desgracia otros amasan inmensas fortunas
Yo sólo quiero que tú triunfes hijo
Qué de malo tiene eso
Entiéndeme el camino de la vida es largo
Y ése camino no tiene regreso)
Y si piensas que yo he fracasado
No cometas los mismos errores
Préparate, estudia mucho
Y busca rumbos mejores
Diez mandamientos para ser buenos padres
1. Demuéstrale lo mucho que le quieres.
Todos los padres quieren a sus hijos pero ¿se lo demuestran cada día?, ¿les dicen que ellos son lo más importante que tienen, lo mejor que les ha pasado en la vida? No es suficiente con atender cada una de sus necesidades: acudir a consolarle siempre que llore, preocuparse por su sueño, por su alimentación; los cariños y los mimos también son imprescindibles. Está demostrado; los padres que no escatiman besos y caricias tienen hijos más felices que se muestran cariñosos con los demás y son más pacientes con sus compañeros de juegos. Hacerles ver que nuestro amor es incondicional y que no está supeditado a las circunstancias, sus acciones o su manera de comportarse será vital también para el futuro. Sólo quien recibe amor es capaz de transmitirlo. No se van a malcriar porque reciban muchos mimos. Eso no implica que dejen de respetarse las normas de convivencia.
2. Mantén un buen clima familiar.Para los niños, sus padres son el punto de referencia que les proporciona seguridad y confianza. Aunque sean pequeños, perciben enseguida un ambiente tenso o violento. Es mejor evitar discusiones en su presencia, pero cuando sean inevitables, hay que explicarles, en la medida que puedan comprenderlo, qué es lo que sucede. Si nos callamos, podrían pensar que ellos tienen la culpa.Si presencian frecuentes disputas entre sus padres, pueden asumir que la violencia es una fórmula válida para resolver las discrepancias.
3. Educa en la confianza y el diálogo.Para que se sientan queridos y respetados, es imprescindible fomentar el diálogo. Una explicación adecuada a su edad, con actitud abierta y conciliadora, puede hacer milagros. Y, por supuesto, ¡nada de amenazas! Tampoco debemos prometerles nada que luego no podamos cumplir; se sentirían engañados y su confianza en nosotros se vería seriamente dañada. Si, por ejemplo, nos ha surgido un problema y no podemos ir con ellos al cine, tal como les habíamos prometido, tendremos que aplazarlo, pero nunca anular esa promesa.
4. Debes predicar con el ejemplo.Existen muchos modos de decirles a nuestros hijos lo que deben o no deben hacer, pero, sin duda, ninguno tan eficaz como poner en práctica aquello que se predica. Es un proceso a largo plazo, porque los niños necesitan tiempo para comprender y asimilar cada actuación nuestra, pero dará excelentes resultados. No olvidemos que ellos nos observan constantemente y "toman nota". No está de más que, de vez en cuando, reflexionemos sobre nuestras reacciones y el modo de encarar los problemas.Los niños imitan los comportamientos de sus mayores, tanto los positivos como los negativos, por eso, delante de ellos, hay que poner especial cuidado en lo que se dice y cómo se dice.
5. Comparte con ellos el máximo de tiempo.Hablar con ellos, contestar sus preguntas, enseñarles cosas nuevas, contarles cuentos, compartir sus juegos... es una excelente manera de acercarse a nuestros hijos y ayudarles a desarrollar sus capacidades. Cuanto más pequeño sea el crío, más fácil resulta establecer con él unas relaciones de amistad y confianza que sienten las bases de un futuro entendimiento óptimo. Por eso, tenemos que reservarles un huequecito diario, exclusivamente dedicado a ellos; sin duda, será tan gratificante para nuestros hijos como para nosotros.A ellos les da seguridad saber que siempre pueden contar con nosotros. Si a diario queda poco tiempo disponible, habrá que aprovechar al máximo los fines de semana.
6. Acepta a tu hijo tal y como es.Cada crío posee una personalidad propia que hay que aprender a respetar. A veces los padres se sienten defraudados porque su hijo no parece mostrar esas cualidades que ellos ansiaban ver reflejadas en él; entonces se ponen nerviosos y experimentan una cierta sensación de rechazo, que llega a ser muy frustrante para todos. Pero el niño debe ser aceptado y querido tal y como es, sin tratar de cambiar sus aptitudes.No hay que crear demasiadas expectativas con respecto a los hijos ni hacer planes de futuro. Nuestros deseos no tienen por qué coincidir con sus preferencias.
7. Enséñale a valorar y respetar lo que le rodea.Un niño es lo suficientemente inteligente como para asimilar a la perfección los hábitos que le enseñan sus padres. No es preciso mantener un ambiente de disciplina exagerada, sino una buena dosis de constancia y naturalidad. Si se le enseña a respetar las pequeñas cosas -ese jarrón de porcelana que podría romper y hacerse daño con él, por ejemplo-, irá aprendiendo a respetar su entorno y a las personas que le rodean.Muchos niños tienen tantos juguetes que acaban por no valorar ninguno. A menudo son los propios padres quienes, como respuesta a las carencias que ellos tuvieron, fomentan esa cultura de la abundancia. Lo ideal sería que poseyeran sólo aquellos juguetes con los que sean capaces de jugar y mantener cierto interés.Guardar algunos juguetes para más adelante puede ser una buena medida para que no se vea desbordado y aprenda a valorarlos.
8. Los castigos no le sirven para nada.Los niños suelen recordar muy bien los castigos, pero olvidan qué hicieron para "merecerlos". Aunque estas pequeñas penalizaciones estén adecuadas a su edad, si se convierten en técnica educativa habitual, nuestros hijos pueden volverse increíblemente imaginativos. Disfrazarán sus actos negativos y tratarán de ocultarlos. Podemos ofrecerles una conducta aceptable con otras alternativas.
9. Prohíbele menos, elógiale más.Para un crío es tremendamente estimulante saber que sus padres son conscientes de sus progresos y que además se sienten orgullosos de él. No hay que escatimar piropos cuando el caso lo requiera, sino decirle que lo está haciendo muy bien y que siga por ese camino. Reconocer y alabar es mucho mejor que lo que se suele hacer habitualmente: intervenir sólo para regañar.Siempre mencionamos sus pequeñas trastadas de cada día. ¿Por qué no hacemos lo contrario? Si, con un gesto cariñoso o un ratito de atención resaltamos todo lo positivo que nuestros hijos hayan realizado, obtendremos mejores resultados.
10. No pierdas nunca la paciencia.Difícil, pero no imposible, Por más que parezcan estar desafiándote con sus gestos, sus palabras o sus negativas, nuestro objetivo prioritario ha de ser no perder jamás los estribos. En esos momentos, el daño que podemos hacerles es muy grande. Decirles: "No te aguanto"; "Qué tonto eres"; "Por qué no habrás salido como tu hermano" merman terriblemente su autoestima. Al igual que sucede con los adultos, los niños están muy interesados en conocer su nivel de competencia personal, y una descalificación que provenga de los mayores echa por tierra su autoconfianza. Contar hasta diez, salir de la habitación..., cualquier técnica es válida antes de reaccionar con agresividad ante una de sus trastadas.En caso de que se nos escape un insulto o una frase descalificadora, debemos pedirles perdón de inmediato. Reconocer nuestros errores también es positivo para ellos.
Cuando los padres se equivocan y dañan a sus hijos…
Si fueras padre ¿te gustaría que te dijeran si te equivocas? Muchos pueden responder que si por supuesto, pero ¿es en verdad cierto? Creo que a la mayoría de padres no les gusta equivocarse y menos que se lo digan sus hijos ya que muchos creen siempre tener toda la razón del universo.Si, los padres se equivocan de muchas formas y lamentablemente el hecho de que no quieran reconocer sus errores y faltas nos daña a los hijos de diversas formas. Es triste tener que aguantar injusticias sin fundamento, amenazas y gritos cuando uno como hijo(a) bien sabe que no los merece y si los merece ¿es justo tanta violencia?
¿Cuán dañino puede ser la descarada discriminación? Pues yo creo a las personas que las crían con clara discriminación por parte de los padres se vuelve una persona triste, amargada y finalmente se rebela a tal punto que ya no quiere oír nada de lo que digan sus padres. Pero no solo eso, ¿quién puede entrar en el alma de los hijos afectados? Solo sus pobres corazones saben lo que es ser menospreciado y que luego le reprochen el comportamiento que es resultado de años y años de discriminación.
Se dice que uno puede olvidar lo que le dijeron, lo que le hicieron, pero uno nunca olvida como le hicieron sentir. Las palabras tienen un efecto letal que aunque sean olvidadas el sentimiento de tristeza no sana. Si usted es padre tenga cuidado con lo que le dice a sus hijos, no valla ser que por un “idiota”,” estúpido”, o uno de los que considero más tristes “pedazo de basura”, valla a afectar para siempre el autoestima de su hijo.
Cuando los padres creen que con dinero remplazan el amor o cuando creen que las fuertes amenazas sirven de algo, o peor, que la agresividad es una forma de educación; así dañan y así se precisamente se equivocan.
Retomo la pregunta inicial… si fueras padre ¿te gustaría que te dijeran si te equivocas? Y aún más importante ¿lo aceptarías? Muchos no tienen idea cuan profundo dañan a sus hijos, algunos con sobreprotección, algunos con indiferencia, algunos con discriminación; pero imposible aceptar que los dañan porque al fin y al cabo los padres quieren lo mejor para nosotros pero muchas veces parece que a costa de nuestras heridas.
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